Economía y Turismo
La macroeconomía para mucha gente es algo lejano, etéreo, irrelevante y difícil de entender. Sin embargo, la microeconomía es lo que todos los días viven millones de personas en las calles, es el mundo real, lo que sentimos y vivimos como seres humanos. Y aunque ambos mundos están conectados a través de cordones umbilicales muy finos, no siempre hay un equilibrio entre ellos. Sería obvio pensar qué si la macroeconomía anda bien, con la microeconomía debería pasar lo mismo, pero no siempre es así. Al contrario, Chile ha tenido una política monetaria y fiscal de clase mundial y aún así la microeconomía no ha funcionado de la misma manera en diversas ocasiones.
El sector de Viajes y Turismo, en tanto, genera muchos beneficios, tanto macro como micro. Dentro de los primeros, tenemos ingresos de divisas que aportan a una mejor balanza comercial; generación de impuestos adicionales que aportan al presupuesto de la nación; descentralización de las regiones; generación de empleo para los segmentos más vulnerables; inversión directa e indirecta; aporte a la imagen país; y cuidado del medio ambiente, entre otros. Por su parte, los beneficios micro para el sector se reflejan en 140.000 empresas, de las cuales un 97% son pequeñas y micro empresas; más de 600.000 empleos directos y otros 300.000 empleos indirectos (47% mujeres); redistribución de la riqueza; micro inversiones en comunas rurales y una reinversión en capital entre US$ 200 y 300 millones al año; aporte a la superación de la pobreza; a la educación a través del contacto con los turistas; comunidades locales empoderadas administrando sitios turísticos e ingresos por US$ 3.000 millones de exportaciones de servicios.
En este contexto, luego del prolongado período de fronteras cerradas y restricciones sanitarias, la política de “fronteras abiertas”, con cuarentenas de 5 días durante la temporada 21/22, significará impactos microeconómicos significativos, tales como la quiebra en torno al 20%-30% de las empresas; pérdida de unos 200.000 empleos para siempre; no recibir entre US$ 1.000 y US$ 2.000 millones en todo el territorio para miles de pequeños agentes económicos; pérdida de competitividad, dado que los turistas se irán a países abiertos, como Perú, Argentina y Brasil; y baja relevante de la inversión en el sector.
Por su parte, los impactos macro se pueden cuantificar en aspectos tales como menores ingresos al país, al menos US$ 3.000 millones, lo que corresponde a todo lo que se exporta en vino, paltas, cerezas y un poco más al año; disminución significativa del turismo receptivo, que puede generar aproximadamente US$ 400 millones al año sólo en IVA, además de las utilidades de las empresas, contribuciones y otros, que pueden alcanzar US$ 1.000 millones, disminución del marketing cruzado, a los productos de exportación como el vino, el salmón, y la palta, los que luego son consumidos en sus países; un menor crecimiento del sector turismo de exportación, el que puede generar, con fronteras abiertas, un crecimiento muy superior al tendencial de la economía, que podría superar el 100% anual en los próximos 4 años, mientras que en el mismo período esperamos un crecimiento de apenas un 2% del PIB del pa, lo cual además se potencia por el hecho de que -de acuerdo a la World Travel & Tourism Travel (WTTC)- en los últimos 5 años antes del COVID1-9, nada menos que 1 de cada 5 empleos creados corresponde al sector Turismo; y un alivio a la inflación, dado que con las fronteras abiertas tendremos competencia con destinos con monedas muy depreciadas, como Argentina y Perú, por lo que los operadores turísticos no podrán cobrar precios altos al tener a un cliente internacional muy sensible al precio.
En definitiva, aún estamos a tiempo de enmendar una política de fronteras entre las más restrictivas del mundo, y, por ende, fuera de toda lógica para un país con los indicadores de vacunación y sanitarios como Chile. Es justo y necesario.
Hernan Passalacqua G. Ingeniero Comercial PUC
Roberto Darrigrandi U. Economista PUC
