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Santiago Verde: cómo potenciar los parques urbanos y transformarlos en un atractivo turístico

Por Hernán Passalacqua

 

La capital chilena ofrece apenas 3,2 metros cuadrados de área verde por habitante, lejos de los 9 m² recomendados por la Organización Mundial de la Salud. Esta carencia se acentúa en comunas periféricas, donde los espacios públicos suelen ser escasos y poco cuidados.

 

En medio de la vorágine urbana de Santiago, donde el cemento, el ruido y el estrés parecen dominar el paisaje, los parques y áreas verdes se alzan como verdaderos pulmones vitales durante todo el año, con un clima Mediterráneo único en Latinoamérica. Son refugios de descanso, espacios de encuentro comunitario y escenarios naturales que, aunque muchas veces invisibilizados, tienen un enorme potencial turístico, social y cultural.

 

A pesar de que Santiago cuenta con íconos como el Parque Metropolitano —uno de los más grandes de Latinoamérica con más de 700 hectáreas— y otros como el Parque Bicentenario, Quinta Normal o el Parque O’Higgins, las cifras no son alentadoras: la capital chilena ofrece apenas 3,2 metros cuadrados de área verde por habitante, lejos de los 9 m² recomendados por la Organización Mundial de la Salud. Esta carencia se acentúa en comunas periféricas, donde los espacios públicos suelen ser escasos y poco cuidados.

 

Sin embargo, en tiempos donde el turismo busca cada vez más experiencias sostenibles y al aire libre, los parques santiaguinos tienen una oportunidad única para renovarse y brillar. Según datos de Sernatur, más de 4,1 millones de turistas extranjeros llegaron a Chile en 2023 y este año posiblemente superemos ese número, y muchos de ellos mostraron interés por actividades relacionadas con la naturaleza, el deporte, la vida saludable y el patrimonio cultural local. La naturaleza urbana podría ser, entonces, una joya aún poco explotada.

 

Para transformar nuestros parques en verdaderos puntos de interés para residentes y turistas, es necesario mejorar la infraestructura básica: senderos seguros, mobiliario cómodo, iluminación eficiente, baños públicos, zonas deportivas, juegos infantiles y espacios para mascotas, muchas de estas inversiones son de los municipios, fundaciones, vecinos y por supuesto también la Gobernación. La experiencia se enriquece con una programación diversa: clases de yoga al aire libre, conciertos gratuitos, ferias de productores locales, rutas de avistamiento de aves, actividades para adultos mayores y panoramas familiares los fines de semana por senderos seguros como por ejemplo la rampla oriente del cerro san Cristóbal entre Pedro de Valdivia y Vespucio.

 

Además, la seguridad sigue siendo una preocupación transversal. Un parque puede tener la mejor vista, pero si no se siente seguro, simplemente no se usa. La vigilancia, la limpieza constante y la señalética clara son claves para recuperar la confianza de los usuarios.

 

Otro factor esencial es la accesibilidad universal. Muchas personas en situación de discapacidad, adultos mayores o familias con coches de guagua quedan fuera por falta de rampas, caminos adecuados o señalética inclusiva. Pensar la ciudad desde una lógica inclusiva no solo es un acto de justicia, sino también una inversión social. Por ejemplo, es increíble que el acceso al cerro El Carbón dentro del parque metropolitano que se accede por el costado del colegio Saint George sea una escalera y que haya dejado fuera a los ciclistas y no pensar en un pequeño funicular para subir a la cota del canal.

 

¿Qué pueden hacer las autoridades? El desafío no es menor, pero las soluciones están al alcance: se requiere una planificación urbana integral, con una mirada a largo plazo, que promueva corredores verdes, conectividad peatonal y equilibrio entre el desarrollo inmobiliario y los espacios comunes.

 

También es clave aumentar la inversión pública, muchas veces relegada a lo mínimo, y fomentar alianzas con el mundo privado y organizaciones civiles para financiar, cuidar y dinamizar estos espacios.

 

La participación ciudadana también juega un rol fundamental. Los parques que florecen son, en general, los que cuentan con vecinos involucrados, grupos organizados que adoptan rincones, promueven talleres, limpian, vigilan y transforman el parque en una extensión de su hogar. En el caso del cerro Manquehue, existe un problema real de falta de coordinación entre los privados quien han terminado cerrado los accesos al cerro, es cierto que es propiedad privada, pero por otro lado son lugares muy atractivos para los deportistas, ciertamente que el acceso debe ser controlado como lo hizo muy bien la familia Matte en el Durazno.

Finalmente, es necesario posicionar los parques como parte de la oferta turística oficial. Incorporarlos en guías, apps, circuitos para ciclistas y corredores, o incluso en experiencias gastronómicas al aire libre, puede cambiar la forma en que los propios chilenos y los visitantes perciben la ciudad. Hoy, muchos turistas valoran más una caminata por un parque lleno de cultura local que una visita a un centro comercial.

 

Una ciudad verde también comunica. Falta visibilizar el valor ecológico, histórico y simbólico de muchos de estos espacios. ¿Cuántos santiaguinos conocen la historia del Parque Forestal? ¿O saben qué especies de aves pueden encontrarse en el Parque Mahuida?, o los cientos de senderos por el lado norte de los cerros Manquehue y Carbón. Iniciativas como señaléticas interactivas, códigos QR con contenido audiovisual, rutas temáticas o pequeños museos al aire libre podrían transformar un paseo cotidiano en una experiencia enriquecedora.

 

También sería útil desarrollar una plataforma digital con mapas, datos, rutas, eventos y recomendaciones según tipo de visitante: familias, deportistas, adultos mayores, turistas extranjeros, etc. En tiempos donde todo se busca por el celular, la falta de información clara y atractiva puede ser una barrera tan grande como un portón cerrado.

En conclusión, tenemos que invertir en parques que no es sólo una cuestión ambiental: es una apuesta por la salud física y mental, por la cohesión social, por la equidad territorial y por el desarrollo económico desde una mirada más amable y sostenible. Por otro lado, tenemos una de las ciudades mas obesas del mundo, gente que no hace deportes y come comida envasada y de mala calidad.

 

Santiago tiene el potencial de convertirse en una ciudad que respira, que invita, que conecta con lo natural desde lo cotidiano.

 

Hoy más que nunca, necesitamos ciudades que cuiden a sus habitantes y que se abran al mundo con belleza, dignidad y visión de futuro. Y los parques pueden ser el mejor lugar para empezar.

Fuente: El Dínamo

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