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Temporada turística arruinada, viñas dañadas por el fuego y el humo y pymes forestales en el limbo: el impacto económico del megaincendio

Los operadores turísticos, dueños de restaurantes y propietarios de pequeñas viñas, entre otros empresarios, han visto cómo las llamas arrasan con inversiones de años y cómo ponen en jaque los puestos de trabajo que pretendían crear este verano.

Cuesta dimensionar la extensión arrasada por el fuego. Es como si se hubiese quemado cuatro veces el Gran Santiago o el Parque Pumalín completo.

Las 461.020 hectáreas quemadas hasta el cierre de esta edición en la temporada de incendios 2016-2017 suponen la mayor tragedia de este tipo ocurrida en Chile desde que existen registros oficiales (1963-1964), con un saldo de tres brigadistas de Conaf, dos bomberos, dos carabineros y cuatro civiles muertos en el combate de las llamas. Además de un pueblo de 1.000 viviendas y cinco mil habitantes, como Santa Olga, literalmente tragado por el fuego en una sola noche.

Claramente, durante esta temporada se han conjugado factores atípicos: la superficie quemada en estos meses equivale a casi todo lo que se incendió en los últimos siete años y esta semana se registraron las temperaturas más altas en toda la historia del país (más de 44 grados en Quillón). A todo esto, se agrega un ambiente enrarecido por la formalización de 34 personas por su supuesta participación en el origen de los incendios.

Como suele ocurrir ante catástrofes de este tipo, cuando las llamas amainen, se hará visible una nueva tragedia. Esta vez, de orden económico y social. En estas semanas, se han consumido más de 40 mil hectáreas de plantaciones forestales, más de 100 viñas en plena producción han resultado afectadas y la temporada turística en amplias zonas de O´Higgins, El Maule y Biobío está prácticamente perdida, no porque la infraestructura -hoteles y restaurantes- se haya visto directamente afectada, sino porque las vías de acceso, servicios básicos y hasta el paisaje verde que dotaba de particular atractivo a estas zonas, ya no es tal.

Todo ocurre cuando los operadores turísticos -grandes y pequeños- se aprestaban a jugarse parte importante de los ingresos del año. Las regiones de O’Higgins, El Maule y Biobío, reciben cada año un total de 1,2 millones de turistas, en su mayoría nacionales, que pasan sus vacaciones en estas zonas.

El miedo, caminos cortados y un paisaje propio de un área sometida a un bombardeo, han generado una corrida de cancelaciones de reservas.

Pese a esto, los operadores no bajan la guardia y confían en que, si el siniestro llega a controlarse pronto, podrían recuperar algo del terreno perdido en la segunda parte de febrero.

Vichuquén: «Esto parece una zona después de una guerra»

Las reservas han bajado 15% en los sectores inmersos en esta catástrofe, según Roberto Martínez, gerente de la Cámara Regional de Comercio, Servicios y Turismo de Rancagua y O´Higgins.

Más al sur la situación se ve peor. La totalidad de las reservas de la tradicional Marina de Vichuquén fueron canceladas y, lejos del ambiente festivo propio de esta época, sus habitaciones se han convertido en albergues para los adultos mayores que han perdido sus casas, según relata su administrador, Wenceslao Garrido. ¿Qué ha ocurrido con sus trabajadores? Se han sumado al combate al fuego.

Daniel Correa, coordinador de Cabañas Lago Vichuquén, agrega que incluso algunos de sus empleados han tenido que dejar la zona a causa de las condiciones del aire: «Mi pareja está embarazada y tuvo que evacuar por las malas condiciones junto con las demás personas que trabajan acá», cuenta.

Esta zona del país ya había sido afectada en 2010 por el terremoto que devastó gran parte de El Maule, pero esta vez es distinto, pues se trata de una catástrofe con proyecciones que cambian día a día: «No sabemos qué va a pasar mañana y todavía no tenemos un catastro real de todos los daños», relata Begoña Eben, dueña de la tienda y café Casa Bego en Vichuquén.

En el Hotel Parador de Vichuquén, en tanto, se canceló el 100% de las reservas: «(el verano) es la posibilidad que tenemos de ganar más dinero. Ahora esto es sólo pérdida», comenta Pablo Correa, administrador del recinto. ¿Con qué se encontrará la gente en el futuro inmediato? «Esto parece una zona después de una guerra. Está todo quemado».

Iloca: «hay personas que esperan todo el año para trabajar acá»

En la costa maulina, la Hostería de Iloca refleja una situación similar. Aunque no ha sido afectada directamente por el fuego, se encuentra con la capacidad de un fin de semana de invierno; es decir, 80% por debajo de lo normal para esta época. «Es muy triste porque hay personas que esperan todo el año para trabajar acá en el verano y en algunos casos es el sustento de sus familias», dice su administrador, Rodrigo Martínez.

Tal ha sido el vuelco que experimentó la temporada turística que lugares emblemáticos de la costa maulina, como el Nuevo Hotel Constitución, han tenido que reemplazar a los turistas de siempre por personas que han arribado a la zona para trabajar en las tareas propias de la emergencia. Un 50% de las reservas que tenían para este fin de semana se cancelaron. «La tragedia de Santa Olga marcó mucho la pauta», explica el administrador, Marcelo Morán.En el Biobío, en tanto, zonas como Dichato, Copiulemu, Tomé y Quillón también comienzan a sentir el impacto del incendio. El complejo turístico Sol de Quillón vio anuladas todas sus reservas. Lo mismo ocurrió en las cabañas Bahía Coliumo en Tomé. Según su dueña, Jéssica González, «no hay nadie en la playa». Lo mismo pasa en Dichato: «Es devastador, no anda nadie. Hoy día deberíamos haber tenido por lo menos 20 mesas con gente y hemos tenido una. Ya despedí a dos garzones y personal de cocina», cuenta Verónica Luman, dueña del Hotel Bahía Azul.

En la localidad de Copiulemu, el complejo San José de Adriana Navarrete (75 años) está cerrado porque está al borde del fuego. «Ojalá no siga. Si arrasa con el Centro de Recreación me voy a quedar con los brazos cruzados porque eso es lo que me da de comer».

La subsecretaria de Turismo, Javiera Montes, indicó que esa repartición está «realizando un levantamiento diario de la información sobre los destinos y servicios turísticos que se encuentran en las regiones afectadas por incendios forestales». Consultada sobre el impacto del incendio sobre el turismo de las regiones afectadas, esta subsecretaría respondió que la información en detalle la darán una vez terminada la emergencia.

Uvas ahumadas ya no sirven para hacer vino

En el agro, el impacto también puede ser importante. Hasta el cierre de esta edición, el Ministerio de Agricultura no tenía una estimación de la cuantía de los daños, puesto que entre las hectáreas quemadas hay predios de uso agrícola, pastizales, matorrales y bosques. Lo que sí se sabe es que 72 comunas están bajo emergencia agrícola en las regiones de O’Higgins, El Maule y Biobío, lo que permite flexibilizar los procedimientos para liberar la ayuda.

Los agricultores, en cambio, sí disponen de sus primeros balances. La Asociación de Vinos de Chile, levantó un catastro de viñedos quemados y contabilizan 104 hectáreas carbonizadas (no incluyen las afectadas por el humo) hasta el cierre de esta edición, de un total de 141.000 a nivel nacional. En el Maipo se habían quemado 10 hectáreas, en Colchagua siete, y en Cauquenes 85 hectáreas.

Felipe Zúñiga, dueño de Viñas San Clemente de Cauquenes y presidente de la Asociación de Vitivinicultores del Secano de Cauquenes, tiene una visión distinta. Indica que solo en esa zona se vieron afectadas más de cien viñas, considerando no solo las que se quemaron, sino también las que estuvieron expuestas al humo. Además, ninguna de las 50 bodegas asociadas a los Vitivinicultores del Secano de Cauquenes tiene seguros.

«Mi viña se quemó en los bordes. Pero el humo que recibió no me permite comercializar desde el punto de vista rentable la uva este año, porque el vino que uno produce con esa uva es de malísima calidad», dice el empresario.

Los productores de esta zona tienen, en general, campos de seis hectáreas, más dos hectáreas de pino o eucaliptus que, una vez que se cosechan, generan un retorno de $5 millones: «si una familia tiene tres hectáreas de bosques son $15 millones que están como un ahorro. Y todo se perdió».

A esto se agrega otro daño oculto: aunque el principal eje productivo de la mayoría de los agricultores en Cauquenes es la uva, también tienen animales y se dedican al cultivo de rosa mosqueta, que se paga a mejor precio que la uva ($350 versus $160). De eso tampoco queda nada.

Incluso el deterioro en los suelos cubiertos con pastizales supone un daño difícil: «la mayor parte son matorrales y pradera natural que se usa para la alimentación animal», dice el jefe de Estudios de la Sociedad Nacional de Agricultura, Francisco Gana.

60% de la producción maderera de El Maule es desarrollada por pymes

La emergencia también se ha dejado sentir en el sector forestal: según datos de la Corporación de la madera (Corma), más de 40.000 hectáreas de propiedad de empresas forestales se habían quemado hasta el cierre de esta edición, cifra que si bien representa solo el 1,6% de la superficie nacional de plantaciones de bosque (2,4 millones de hectáreas), tiene un efecto multiplicador.

Hasta ahora, en El Maule es donde el incendio ha tenido un impacto mayor: el 60% de la producción maderera de esa región es desarrollada por pequeñas y medianas empresas y el 40% de los bosques plantados está en manos de 3.400 pequeños y medianos propietarios. A esto se suma el potencial efecto sobre el empleo: 300.000 personas trabajan en las 10.000 empresas vinculadas directamente con la actividad forestal a nivel nacional.
Recuadro :
MÁS DE 100 VIÑAS en Cauquenes se han visto afectadas por los siniestros.

Fuente: http://ws.nexnews.cl/internal/view.php?k=7ae4fb46048208318363dce3314613a8d9ed3a0ca4c0714d4d9bfc217bec60671c27519ceb4fa512a894cfece6750f19

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